27 de octubre de 2008

La canción de Milan


“¿Debo acaso señalar que no tengo la más mínima ambición teórica y que todo este libro no es sino la confesión de un "practicante"?”, dice Milan Kundera apenas abre ‘El arte de la novela’, recopilación de escritos que devienen en una necesaria concepción personal del escritor checo sobre la novela, en formato "ensayo en siete partes" como el mismo describe.
Allí se lee el diálogo entre Kundera y Christian Salmon hecho hace unos años para Paris‑Review, dos conferencias, reflexiones sobre la obra de Franz Kafka y Hermann Broch, un diccionario de las palabras‑clave que atraviesan la estética de la novela según Kundera, y los latidos de Cervantes, Sterne, Rabelais, Diderot, Flaubert, Musil, Tolstoi, Gombrowicz, que se entrecruzan en una obra que evoca con hondura el arte de la palabra. Una lectura de alguna manera arbitrariamente imprescindible, aún en días de lluvia, aún al sol.

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“La unificación de la historia del planeta, ese sueño humanista que Dios con maldad ha permitido que se llevara a cabo, va acompañada de un vertiginoso proceso de reducción. Es cierto que las termitas de la reducción carcomen la vida humana desde siempre: incluso el más acendrado amor acaba por reducirse a un esqueleto de recuerdos endebles. Pero el carácter de la sociedad moderna refuerza monstruosamente esta maldición: la vida del hombre se reduce a su función social; la historia de un pueblo, a algunos acontecimientos que, a su vez, se ven reducidos a una interpretación tendenciosa; la vida social se reduce a la lucha política y ésta a la confrontación de dos únicas grandes potencias planetarias. El hombre se encuentra en un auténtico torbellino de la reducción donde el "mundo de la vida" del que hablaba Husserl se oscurece fatalmente y en el cual el ser cae en el olvido.
Por tanto, si la razón de ser de la novela es la de mantener el "mundo de la vida" permanentemente iluminado y la de protegernos contra "el olvido del ser", ¿la existencia de la novela no es hoy más necesaria que nunca?
Sí, eso me parece. Pero, desgraciadamente, también afectan a la novela las termitas de la reducción que no sólo reducen el sentido del mundo, sino también el sentido de las obras. La novela (como toda la cultura) se encuentra cada vez más en manos de los medios de comunicación; éstos, en tanto que agentes de la unificación de la historia planetaria, amplían y canalizan el proceso de reducción; distribuyen en el mundo entero las mismas simplificaciones y clichés que pueden ser aceptados por la mayoría, por todos, por la humanidad entera. Y poco importa que en sus diferentes órganos se manifiesten los diversos intereses políticos. Detrás de esta diferencia reina un espíritu común. Basta con hojear los periódicos políticos norteamericanos o europeos, tanto los de la izquierda como los de la derecha del Time al Spiegel todos tienen la misma visión de la vida; que se refleja en el mismo orden según el cual se compone su sumario, en las mismas secciones, las mismas formas periodísticas, en el mismo vocabulario y el mismo estilo, en los mismos gustos artísticos y en la misma jerarquía de lo que consideran importante y lo que juzgan insignificante. Este espíritu común de los medios de comunicación disimulado tras su diversidad política, es el espíritu de nuestro tiempo. Este espíritu me parece contrario al espíritu de la novela.
El espíritu de la novela es el espíritu de la complejidad. Cada novela dice al lector: "Las cosas son más complicadas de lo que tú crees". Esa es la verdad eterna de la novela que cada vez se deja oír menos en el barullo de las respuestas simples y rápidas que preceden a la pregunta y la excluyen. Para el espíritu de nuestro tiempo, tiene razón Ana o tiene razón Karenin, y parece molesta e inútil la vieja sabiduría de Cervantes que nos habla de la dificultad de saber y de la inasible verdad.
El espíritu de la novela es el espíritu de la continuidad: cada obra es la respuesta a las obras precedentes, cada obra contiene toda la experiencia anterior de la novela. Pero el espíritu de nuestro tiempo se ha fijado en la actualidad, que es tan expansiva, tan amplia que rechaza el pasado de nuestro horizonte y reduce el tiempo al único segundo presente. Metida en este sistema, la novela ya no es obra (algo destinado a perdurar, a unir el pasado al porvenir), sino un hecho de actualidad como tantos otros, un gesto sin futuro”.

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“Todas las novelas de todos los tiempos se orientan hacia el enigma del yo. En cuanto se crea un ser imaginario, un personaje, se enfrenta uno automáticamente a la pregunta siguiente: ¿qué es el yo? ¿Mediante qué puede aprehenderse el yo? Esta es una de las cuestiones fundamentales en las que se basa la novela en sí. Según las diferentes respuestas a esta pregunta, si usted quisiera, podría distinguir las diferentes tendencias y, probablemente, los diferentes períodos en la historia de la novela. Los primeros narradores europeos no conocen el enfoque psicológico. Bocaccio nos cuenta simplemente acciones y aventuras. Sin embargo, detrás de todas esas historias divertidas, se nota una convicción: mediante la acción sale el hombre del mundo repetitivo de lo cotidiano en el cual todos se parecen a todos, mediante la acción se distingue de los demás y se convierte en individuo. Dante lo dijo: "En todo acto la primera intención de quien lo realiza es revelar su propia imagen". Al comienzo la acción es comprendida como el autorretrato de quien actúa. Cuatro siglos después de Bocaccio, Diderot se muestra más escéptico: su Jacques el Fatalista seduce ‑a la novia de su amigo, se emborracha de felicidad, su padre le da una paliza, un regimiento pasa por allí, se alista por despecho, en la primera batalla le alcanza una bala en la rodilla y se queda cojo para el resto de su vida. Creía empezar una aventura amorosa cuando, en realidad, avanzaba hacia su invalidez. Nunca podrá reconocerse en su acto. Entre el acto y él se abrirá una fisura. El hombre quiere revelar mediante la acción su propia imagen, pero ésta no se le parece. El carácter paradójico del acto es uno de los grandes descubrimientos de la novela. Pero si el yo no es aprehensible en la acción, ¿dónde y cómo se lo puede aprehender? Llegó entonces el momento en que la novela, en su búsqueda del yo, tuvo que desviarse del mundo visible de la acción y orientarse hacia el invisible de la vida interior. A mediados del siglo XVIII Richardson descubre la forma de la novela por medio de cartas en las que los personajes confiesan sus pensamientos y sentimientos”.

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Esto es lo que usted dice en La insoportable levedad del ser: "La novela no es una confesión del autor, sino una exploración de lo que es la vida humana en la trampa en que hoy se ha convertido el mundo". Pero ¿qué quiere decir trampa?

Que la vida es una trampa lo hemos sabido siempre: nacemos sin haberlo pedido, encerrados en un cuerpo que no hemos elegido y destinados a morir. En compensación, el espacio del mundo ofrecía una permanente posibilidad de evasión. Un soldado podía desertar del ejército y comenzar otra vida en un país vecino. En nuestro siglo, de pronto, el mundo se estrecha a nuestro alrededor. El acontecimiento decisivo de esta transformación del mundo en trampa ha sido sin duda la guerra de 1914, llamada (y por primera vez en la Historia) guerra mundial. Falsamente mundial. Sólo afectó a Europa, y ni siquiera a toda Europa. Pero el adjetivo "mundial" expresa aún más elocuentemente la sensación de horror ante el hecho de que, de ahora en adelante, nada de lo que ocurra en el planeta será ya asunto local, que todas las catástrofes conciernen al mundo entero y que, por lo tanto, estamos cada vez más determinados desde el exterior, por situaciones de las que nadie puede evadirse y que, cada vez más, hacen que nos parezcamos los unos a los otros.
Pero entiéndame bien. Si me sitúo más allá de la novela llamada psicológica, no significa que quiera privar a mis personajes de vida interior. Significa solamente que son otros los enigmas, otras las cuestiones que persiguen prioritariamente mis novelas. Tampoco significa que rechace las novelas fascinadas por la psicología. El cambio de situación a partir de Proust me llena más bien de nostalgia. Con Proust una inmensa belleza se aleja lentamente de nosotros. Y para siempre y sin retorno. Gombrowicz tuvo una idea tan chusca como genial. El peso de nuestro yo depende, según él, de la cantidad de población del planeta. Así Demócrito representaba una cuatrocientos‑millonésima parte de la humanidad; Brahms, una mil-millonésima; el mismo Gombrowicz, una dosmil‑millonésima. Desde el punto de vista de esta aritmética, el peso del infinito proustiano, el peso de un yo, de la vida interior de un yo, se hace cada vez más leve. Y en esta carrera hacia la levedad, hemos franqueado un límite fatal.
(…)
Heidegger caracteriza la existencia mediante una forma archiconocida: in‑der Welt‑sein, ser‑en‑el‑mundo. El hombre no se relaciona con el mundo como el sujeto con el objeto, como el ojo con el cuadro; ni siquiera como el actor con el decorado de una escena. El hombre y el mundo están ligados como el caracol y su concha: el mundo forma parte del hombre, es su dimensión y, a medida que cambia el mundo, la existencia (in‑der-Welt‑sein, también cambia. Desde Balzac, el Welt de nuestro ser tiene carácter histórico y las vidas de los personajes se desarrollan en un espacio del tiempo jalonado de fechas”.

21 de octubre de 2008

All I need – Es de noche



1. Entre esas lecturas y relecturas que me llevan por las tardes y las noches, como esquirlas que saltan al cuerpo, entre Kapuscinski, Marosa Di Giorgio, Kundera, Paul Auster, Oesterheld, y esas películas y discos que respiran por casa, regresa la voz de Robert Desnos (Paris, 1900-1945). “Le fard de argonautes”, la amistad con Breton, Tzara y Aragon, el surrealismo, mis lecturas a los 16, jugar a la escritura automática, los viajes, La Plata camino Belgrano, las crónicas de películas, música y teatro, sus obras como “Corps et biens” (1930) y “Le sans cou” (1934), la cárcel nazi y la muerte.

Es de noche

Te irás cuando quieras
El lecho se ciñe y se afloja con las delicias igual que un corsé
de terciopelo negro
Y el insecto resplandeciente se posa sobra la almohada
Para estallar y entonces reunirse con lo oscuro
El oleaje llega martillando y se calla
Samoa la bella duerme entre algodones
Conejar ¿qué haces con las banderas? las arrastras por el fango
A la buena de Dios y en lo profundo de todo fango
El naufragio se acentúa bajo los párpados
Relato y describo el sueño
Recojo los envases de la noche y los ordeno sobre el estante
El ramaje del pájaro de madera se confunde con la irrupción irrupción
de los tapones en forma de mirada
Nada de volver allí nada de morir allí la alegría desborda
Un invitado de más a la mesa redonda en el claro verde esmeralda
del bosque con yelmos resonantes cerca de un
montón de espadas y armaduras abolladas
Nervio a modo de amorosa lámpara apagada al fin del día
Yo duermo

Robert Desnos. De "Corps et biens", en versión de Aldo Pellegrini.

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2. Tarde noche calurosa afuera. La pila de discos y libros recién traídos, las fotos de Rikki Kasso, mientras Yorke musita en ‘All I need’ “soy una polilla que solo quiere compartir tu luz”. No hay mucho que decir. ‘In Rainbows’, séptimo álbum de Radiohead, se mete con nosotros, con nuestros amores y laceraciones modelo treinta y pico.

All I need
I’m the next act / waiting in the wings
I’m an animal / trapped in your hot car
I am all the days / that you choose to ignore
You are all I need
you’re all I need
I’m in the middle of your picture
lying in the reeds
I am a moth / who just wants to share your light
I’m just an insect / trying to get out of the night
I only stick with you / because there are no others
you are all I need
you’re all I need
I’m in the middle of your picture
lying in the reeds
it’s all wrong
it’s all wrong
it’s all right
it’s all wrong
it’s all wrong
it’s all right
it’s all wrong
it’s all right


Todo lo que necesito
Soy el siguiente acto/ que espera entre bastidores
Soy un animal / encerrado en tu auto bajo el sol
soy todos los días / que vos elegís ignorar
Sos todo lo que necesito
Sos todo lo que necesito
Estoy en el medio de tu foto
Yaciendo entre los juncos
Soy una polilla / que solo quiere compartir tu luz
Soy solo un insecto / tratando de salir de la noche
Solo me quedo pegado a vos / porque no hay otros
Sos todo lo que necesito
Sos todo lo que necesito
Estoy en el medio de tu foto
Yaciendo entre los juncos
Está todo mal
Está todo bien
Está todo mal
Está todo bien

Radiohead - All I Need (Scotch Mist Version)
http://es.youtube.com/watch?v=ioPDGJIf2QI&feature=related
Fotografías: Rikki Kasso.

18 de octubre de 2008

Desnudos y vestidos



La vida de una persona tiene zonas misteriosas, secretas, inexpugnables. Construimos enigmas en el otro que desconocemos nosotros mismos. De allí que esa ordinaria ‘normalidad’ de todo sujeto/objeto se muestre/visualice socialmente aceptable, pero bajo la superficie se revele ambigua, laberíntica, insondable a los ojos del otro.

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Nuestros cuerpos ataviados son relatos acerca de nosotros mismos: insinúan/denotan/develan lo que pensamos, sentimos, hacemos; lo que ambicionamos, vivenciamos, ocultamos. En la dimensión social, la ropa es identidad, es sujeto. En el cuerpo y sus prendas se asienta también la personalidad. “Por lo que llevamos seremos comprendidos y juzgados, seremos catalogados por los demás y de ello dependerá en buena parte que seamos aceptados o rechazados por un determinado colectivo social”, define Javier Chavarría Díaz.
La vestimenta, por tal, es un acto estético; es expresión efectiva del ser en el corpus social. El génesis de tal acto se asienta en complejas relaciones que establece el sujeto condicionado por su entorno: la belleza, la apariencia, el estereotipo, y cuya meta es la autoidentificación del individuo dentro de un colectivo social, dentro de determinados parámetros, amoldado en patrones que se nos dicta o bien en el rechazo hacia los mismos. Entonces, el sujeto es su imagen, es lo que se pone, y lo que no viste.
Para Koning la relación cuerpo-vestimenta es íntima, fundamental. La ropa no es solamente una segunda piel, es la aceptación, por el cuerpo, de su extensión comunicativa, expresiva, de relación social y sexual, de proyección erótica. La moda no solo alcanza la envoltura externa sino a todo el ser humano. Es metamorfosis, transformación y confusión de roles y patrones sexuales.

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A lo largo de la historia de la humanidad, la especie humana usó primero las prendas para guarecerse del clima hostil, pero con los siglos el hombre como ser cultural fue vistiendo/cubriendo su desnudez. La génesis de la ropa es paralela también al pudor como valor social.

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Vestir una prenda constituye un acto pendular: entre la norma social - el hecho cultural - el factor estético, y la motivación física de guarecernos y protegernos ante el clima adverso. En esa dicotomía oscilante convive el hábito culturalmente ‘inobjetado’ de vestirse, solo propio del ser humano, como parte de nuestra condición primigenia.
En ese fluctuante universo social/cultural/moral del sujeto en la modernidad, el espacio cotidiano se convierte en el escenario público donde uno queda expuesto a la mirada del otro / YO ante la mirada del OTRO, el OTRO ante MI.
Ante esa observación se configura la exterioridad como expresión, a la vez que se enmarca el cuerpo/soporte en un contexto social para expresar la pertenencia/diferenciación. Esto nos enriquece porque añade a nuestro ser corporal significados que expresan (visten/desnudan) lo que somos. Nuestro vestir es parte de la gramática del relato privado que enunciamos hacia la esfera pública. Y esa enunciación, que hace público nuestro relato, revela parte de lo que somos. Vestir es enunciar, es un lenguaje.

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Despojada del cuerpo, la ropa, la vestimenta, en la obra de arte contemporánea sustituye al sujeto, lo evoca, evoca al cuerpo ausente, y lo hace revivir desde la reapropiación del cuerpo mismo. Es el instrumento que atestigua las múltiples vivencias del cuerpo del sujeto individual y social.
La semiótica de la indumentaria que es la moda, surge reconstruyendo los discursos de la persona y su realidad pasada. (Ex)puesta, mostrada, trasciende el espacio de su funcionalidad restringida en la vida privada, para narrar nuevas historias desde antiguas vivencias. Esto dirá tanto de la moda como del ser que usó la prenda, dirá de las relaciones sociales y de las de poder de la que fue objeto, de su construcción de la propia identidad material como de la construcción subjetiva de su historia, en una dimensión social determinada.


Fragmentos corregidos – Apuntes para una residencia sobre Arte Moda y Vestimenta.
Fotografías:
Ryan McGinley – ‘Ann’.
http://www.ryanmcginley.com/
Lina Scheynius, ‘Diary - Summer 2007’.
http://www.linascheynius.com/

11 de octubre de 2008

VII - Diario de los amantes adormecidos

“El vacío está enfrente. Tengo el cuerpo hecho jirones, de vos. Bebí el antídoto del amor roto. Aprendí a olvidar para no recordarte. Hacerlo fue mi emancipación; aniquilar una a una las huellas.
He sido despiadado conmigo, he sido cruel. No estoy en condiciones de negociar nada. Todo me importa una menuda mierda. Puedo tomar un cuchillo ahora, uno de punta, filoso, de cocina si querés, sentarme al borde de la cama o al borde de la bañera y dibujar en mi pecho líneas, trazos, el croquis que me permita ser preciso y eficaz cuando lo apriete, para no fallar, para demostrarte que no queda nada para perder. Nada.
El teléfono ha sonado pocas veces. Nadie ha llamado a la puerta. Estoy empezando a levantarme, despacio. Estoy aprendiendo nuevamente a caminar, a dejar de arrastrarme por el túnel, a eludir las trampas que quedaron esparcidas en el final de la batalla.
No escondo las marcas que tengo en el brazo, en la espalda. No hice un inventario de mi cuerpo. Lo que no está, seguramente está bien que no esté, que no permanezca conmigo. Cuando comenzás algo no estás pensando en el momento en que eso estallará, se perderá por otra ruta, que alguien se atraviese en el camino mientras manejás, que haya una colisión, cuerpos tendidos, heridos sobre el pavimento. Supongo que nadie quiere llegar a un hospital sobre una camilla a bordo de una ambulancia. Pero sabíamos que era imposible salir ilesos. Mierda que sangré.
Creo que ya podría salir de este lugar. Puedo caminar por la casa, estoy con fuerzas. Los temblores se disiparon. El horror está allí, pero ya no dentro de mí, ya no paseando por mis entrañas. El amor puede ser una palabra, dos, un verbo, una mirada, muchas, gestos, cuerpos, una ciudad, otra ciudad, una ruta, pero también una distancia, verdades veladas, un ticket de avión, otros cuerpos, desolaciones, una habitación de hotel, un relato, tardes con sol, o de lluvia, dos viajeros que se bifurcan sin un mapa que alerte antes dónde y cuándo ocurrirá. Dónde y cuándo sucederá algo.
El vacío está detrás. He declarado mi propia amnistía. Ya no hay fotografías para mirar. Estoy más liviano. Cuánto llevo, cuánto tiempo, desde dónde, ya no me lo pregunto. ¿Acaso vos podrías responderte todo? Quizás necesite todas esas verdades y todas esas mentiras, para creerlas y para olvidarlas. Dejar de preguntarme todo esto de una puta vez. El olvido me horroriza, recordar también. Espero el milagro tendido. No sé si es así como debo esperar que todo pase. Me he quedado dormido con la tele encendida, con la sensación de esperar algo, sin darme prisa, como intuir una escena en una película, un final, no sé qué final. Después de todo, lo que vivimos pasa más o menos como en las películas. Algo comienza y luego eso que pasaba cambia, va para algún otro lado y luego termina. A nosotros nos pasa algo parecido. La diferencia es que no acaba nunca; y que algunas veces hacemos las mismas cosas, los mismos gestos, esas palabras, de modos distintos y ante personas diferentes. Vos sabés que dos días distintos te pueden convertir en dos personas distintas.
Mucho después supe que no debía esperar nada más. Digo, un final, un cierre como en las películas. Me desperté aliviado. Hay adentro, afuera, menos preguntas, menos respuestas. La correntada de aire atraviesa la casa, huele a ansiedad. Habría nuevas preguntas tal vez. Ahora eso no importa. Amanece”.

'Diario de los amantes adormecidos' – (A)lias

Fotografía: Paul Paper. Serie Epifanía.

4 de octubre de 2008

No te recordaré para no olvidarte


Hay historias que como el movimiento del mar, ese que vemos en la playa, desde nuestras orillas, aparecen ante nosotros incesantes, hipnóticas, infinitas. Historias que llegan a humedecernos el pecho y aunque parezcan finitas, recobran vida en momentos impensados. Asaltan nuestra memoria royéndonos alientos, musitándonos al oído “me gustas” o “me estás matando”. La que cuenta ‘Hiroshima Mon Amour’, esa conmovedora película dirigida por Alain Resnais en base al guión de Marguerite Duras, es una de ellas. Como el mar meciéndose, esta película trae una historia de amor imposible; la persistencia de la memoria atravesando a esa mujer y a ese hombre, a sus sombras y desolaciones, que viven un amor fortuito que saben tendrá destino de olvido.

……

Ella (en voz baja) — Oye... Igual que tú, yo conozco el olvido.
El — No, tú no conoces el olvido.
Ella — Igual que tú, estoy dotada de memoria. Y conozco el olvido.
El — No, tú no estás dotada de memoria.
Ella. — Como tú, también yo intenté luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. Y he olvidado, como tú. Como tú, deseé tener una memoria inconsolable, una memoria de sombras y de piedra.
(…) Luché por mi cuenta, con todas mis fuerzas, cada día, contra el horror de no comprender ya en absoluto el por qué de recordar. Y como tú, he olvidado...

………

‘Hiroshima Mon Amour’ viene dando vueltas en mi cabeza hace rato ya aunque no la he visto en mucho tiempo. Me andan rondando ideas acerca del amor, la memoria y el olvido. ‘Hiroshima’ es una película sobre las consecuencias de la segunda guerra, lo es también sobre la historia de un encuentro amoroso entre dos personas que quieren olvidar su doloroso pasado, y es también un filme sobre el amor en todas sus etapas, sobre la memoria y el olvido.
Ella carga con su Nevers natal, en Francia, arrasada por la guerra. Él, con el horror de su familia perdida en Hiroshima. El amor les llega como bálsamo a tanto dolor, al flagelo casi físico de la memoria que aturde por la sola imposibilidad de olvidar. No quieren sufrir, y para hacerlo no quieren recordar para no tener que olvidar. El dolor y la memoria se entretejen circulares con el encuentro amoroso.
“Imposible hablar de Hiroshima. Lo único que se puede hacer es hablar de la imposibilidad de hablar de Hiroshima”, escribe Duras en el guión. La mirada de Resnais rehace la pasión desmesurada de Duras y encuentra en los cuadros, en el montaje, y en los personajes, un precioso y acompasado movimiento con la rara belleza de los textos que inundan cada escena; palabras que escriben y reescriben una historia, dos historias, necesarias, aunque te acaben, te maten, te humillen, te quemen. Hay una danza latente, trágica, que este filme –en la construcción de sus propios espacio y tiempo–, necesita y repite como un mantra: la pérdida irreparable, la necesidad del olvido. El alivio de dejar atrás lo que deseas dejar atrás.