6 de septiembre de 2008

Tres cuadros: agua tierra aire




1. La belleza del movimiento

Siempre recuerdo esas palabras de Lennon, ‘la vida es eso que te está pasando mientras vos te empecinás en hacer otras cosas’. Debo dejar de pensarlo seriamente, y subirme a un bote y bajarme por los rápidos del río Juramento. Hay nuevas lecturas desde el abismo, el sol de la tarde en el balcón que nadie saltó, el viejo Symns regresando después de tanto, apuntes sobre cine e identidad que mostraré por ahí, llamadas vacías, voces vacías, gente vacía. Regreso por las canciones de Leonard Cohen y Marvin Gaye, mientras Editors atrona en la bandeja. Estoy saliendo al mundo nuevamente, y cuando empiezo a mirar todo de nuevo ya no se muy bien cuáles son -o eran- mis calles favoritas, las sombras, balcones o aromas preferidos. A veces creo que esta ciudad, como todas, está hecha de una trama de misterios y secretos que se develan de modos sigilosos, y en la que nosotros operamos como actores vacuos, casuales, incidentales. Definitivamente esto no es una fábula de Esopo. La tragedia es anacrónica, y últimamente solo balbuceo. Me lo merezco: ‘ser el siguiente acto que espera entre bastidores’ como dice Yorke. Me estoy quedando sin creencias, ni siquiera en los proverbios creo. "Ubi dubium ibi libertas" (Donde hay duda, hay libertad) reza un proverbio latino. ¿Debería empezar a creer en ellos acaso? ¿Creer en algo para asirte de ello?
Varias horas después un fragmento de “Mi amada estanque azul huerto cabellos”, desde ‘Todo el viento del mundo’, de Edgard Bayley.
(…)
“te doblegas te curvas en tu fiebre antigua en tu costado
los dos solos devorando toda noche toda celda
súbito amanecer canal del sueño
lengua que disuelvo en mi silencio en mis dos puertos
tibio cuerpo llegada partida del mar polo irremediable
y humedecido y nadando entre cataclismos y lámparas y brazos
sin memoria sin nombre
abierto al dios que nos recrea
en cada espasmo de labios azules de piedras azules
en la nuca en la espuma en el purísimo rescoldo
desciendo al día primero a la primera mañana al aviso inicial
por tus ojos por tu boca por tu sexo penetro me despido
pierdo altura razón vidamuerte te tomo me disuelvo
y otra vez te amo soy el día cerca de tus hojas
un río una voz”.


2. Los dos viajes
“Puede decirse que la fuga ha terminado, pero también que sigues de viaje en tu casa, por la carretera perdida.
El mundo se te ha convertido, tras tu lento regreso, en un país extranjero donde ya no existe la necesidad de huir de él ni tampoco la de volver a casa.
Antes de que el mundo fuera un país extranjero, la literatura era un viaje, una odisea. Había dos odiseas, una era la clásica, una epopeya conservadora, que iba desde Homero a James Joyce y en la que el individuo regresaba a casa con una identidad reafirmada, a pesar de todas las dificultades, por el viaje a través del mundo y también por los obstáculos hallados en su camino: Ulises, en efecto, volvía a Ítaca, y Leopold Bloom, el personaje de Joyce, también, en su caso lo hacía en una especie de viaje circular de la repetición edípica. La otra odisea era la del hombre sin atributos de Musil, que se movía, al contrario que Ulises, en una odisea sin retorno y en la que el individuo se lanzaba hacia delante, sin volver jamás a casa, avanzando y perdiéndose continuamente, cambiando su identidad en lugar de reafirmarla, disgregándola en aquello que Musil llamaba «un delirio de muchos.
(…) Alma y viaje son los conceptos sobre los que indaga con más obstinación y frecuencia el viajero Montaigne, que parece estar huyendo de la oscura tumba en la que yace el espíritu de su tiempo: “El alma tiene ahí (en el viaje) un continuo ejercicio al observar las cosas desconocidas y nuevas; y no conozco en absoluto mejor escuela para formar la vida que proponerle incensantemente la diversidad de tantas otras vidas”.

Fragmento de ‘El mal de Montano’, Enrique Vila-Matas. (Anagrama, Barcelona 2002).


3. Una falsa violación, un haiku
Guada me mostró algo de este chabón. La obra del fotógrafo nipón Nobuyoshi Araki (Tokio, 1940) no es de medias tintas. Se tensa entre la pasión y el odio. Para él, la fotografía es, entre otras cosas, «obscena, una acción amorosa, una falsa violación, un haiku» o un «viaje sentimental». Es implicación personal, es emocional, es toda intensidad hasta la obsesión. Y Tokio es el escenario dramático de la puesta donde el sexo en cuadros brumosos se confunde con jovencitas en sumisión y fetichismo. La mirada de Araki no pasa desapercibida. Vale darse una vuelta.
http://www.arakinobuyoshi.com/
http://www.photology.com/schede/gallery/artisti/SCHEDA2.ASP?ID=3
http://www.lafabricagaleria.com/es/artistaficha.php?idautor=17

Fotografía: Nobuyoshi Araki. Serie diary 2005, y Serie kaori 2002.